El aumento de la esperanza de vida es un fenómeno que puede observarse a nivel europeo y mundial (en 5 años entre 2000 y 2015), no obstante la esperanza de vida saludable, el índice que señala el número de años en que nos podemos esperar vivir sin problemas significativos de salud, está descendiendo. Al mismo descenso contribuye además la patología afectiva, asociada a un fuerte impacto funcional que disminuye la calidad de vida. El envejecimiento de la población plantea asimismo la cuestión del aumento de la incidencia de la patología depresiva, lo que se constituye en un desafío no sólo para el médico clínico, sino para los responsables de la toma de decisiones relativas a las políticas de salud. La depresión mayor se asocia a una respuesta terapéutica más lenta en los ancianos, un riesgo de suicidio mayor y un impacto funcional significativo, así como con un efecto negativo sobre los demás. Es muy importante subrayar que el envejecimiento normal no implica depresión, y la aparición de los trastornos afectivos requiere la iniciación de una forma de terapia y de monitorización activa psiquiátrica y psicológica hasta la completa remisión de la sintomatología.